Mientras Seat fue una empresa estatal fue una constante para sus dirigentes intentar ofrecer la mayor oferta posible para mantener el status de “coche del pueblo” para los españoles. Siempre de la mano de Fiat, Seat echó mano del extenso catálogo de la casa italiana, para adoptar los modelos más convenientes para el mercado local y modificarlos al gusto de los compradores de aquí.
Tras la desaparición de los 124 Sport Coupé, el hueco de los deportivos quedó libre y, a finales de los 70, Fiat ya no tenía un coche de las caracteristicas del extinto coupé. Así las cosas, Seat pensó en Lancia, pues ésta si disponía de los modelos exclusivos que, con los ajustes adecuados, encajaría perfectamente en el perfil del coche buscado. Fiat aceptó y dos versiones del Lancia Beta de 1972 sustituirían al 124.




