Manejar una moto de 170 kilos por las dunas del desierto durante más de 10 horas diarias. Ese es el reto para el que trabaja a fondo la piloto Laia Sanz. Nos colamos en el entrenamiento de esta campeona para ver cómo se prepara para una de las carreras más duras del mundo: el Dakar.
Son las nueve de la mañana y nos recibe en su casa de Seva, en mitad de la naturaleza, el lugar donde entrenar y poder descansar: “este es mi entorno, no me podría nunca acostumbrar a trabajar entre las cuatro paredes de una oficina”, dice con una sonrisa.
Mientras desayuna nos habla de su iniciación en el mundo del motor casi desde la cuna: “Empecé a los 4 años porque mi padre es un gran aficionado y mi hermano tenía una moto. La suerte es que en mi casa siempre me apoyaron y no hicieron distinciones entre mi hermano y yo”. Laia comenta que de pequeña era una niña muy inquieta y que, precisamente, fue eso lo que le hizo sentirse cómoda sobre la moto y dedicarse al mundo de la competición, donde ha conseguido una novena plaza en la general y primera en la categoría femenina en el Dakar del pasado año.